La belleza es un concepto / cualidad abstracta y subjetiva (lo que para unos es bello para otros puede no serlo) presente en la mente de los seres humanos que produce un placer intenso, y proviene de manifestaciones sensoriales o ideales. – (WIKIPEDIA)
El hombre es el único ser vivo capaz de albergar dos tipos de belleza: la exterior, y la interior.
La belleza exterior es fácil de descubrir. Constituye el primer estímulo para acercarse a alguien, sobre todo si se trata de una persona de sexo contrario. Muchos hombres y mujeres se enamoran de las bellezas externas sin conocer a fondo a la otra, lo cual puede traer con el tiempo consecuencias no deseadas. Lamentablemente, estamos acostumbrados a admirar a la gente por su belleza exterior…advertimos el vestido que llevan, su dinero, sus coches, sus rasgos físicos y no nos preocupamos realmente por lo auténtico.
Durante una gran parte de mi aún corta vida fui victima de burlas y discriminación. No era la típica niña líder del grupo, sino que era la dedicada y responsable en sus deberes, la introvertida, la que jugaba sola en el recreo y la que no era invitada a todos los cumpleaños….y todo por no ser lo suficientemente “bonita”. Podrán imaginarse el nivel de autoestima que yo tenia en esa época.
La primaria no fue fácil para mi, y menos los comienzos del secundario. Todavía seguía en el mismo instituto, por lo que esta no fue una oportunidad de cambio para mí. Arrastraba mi prontuario de “fealdad” y eso me hizo el camino bastante difícil claro.
Parecía ser que estaba destinada a seguir así por el resto de mis días en dicho instituto hasta que de repente la situación comenzó a cambiar, y por supuesto yo también.
Los chicos de mi edad comenzaron a hablarme durante los recreos, y ya no era apartada de los grupos ni por las otras chicas. Supe que algo había cambiado, pero no sabía que. Aunque claro, a los 12/13 años no se puede saber mucho tampoco.
A los 15 tuve mi primer novio “serio” (nada puede ser serio cuando tenes 15) y fue ahí cuando sentí y experimente muchas cosas por primera vez. Era un chico nuevo en el instituto, un año mayor, y yo de alguna manera había captado su atención. Mis perspectivas cambiaron y por primera vez sentí que yo también podía ser querida. Fue una relación fantástica, desde el punto de vida de una nena de 15 claro, hasta que se lleno de celos y todo se derrumbo…pero no quiero detenerme en ese relato ahora.
Esa relación pasada fue la que me dio el pie al cambio. 16 años tenía y decidí que las cosas no iban a seguir así, y que si había sucedido una vez, podría ocurrir nuevamente. Pero el único problema era, que mi autoestima nunca había tenido la fuerza suficiente para mantenerse en niveles altos…y todo por un pasado que en ese momento se suponía debería haber olvidado.
No fue sino hasta dos años después, (u do the math) con cuerpo y mente evolucionados de por medio, que volví a experimentar el ser deseada. El ser notada en medio de una multitud en pleno recital. Y claro, dado mi historia pasada, me sentía en lo más alto. Por muchos meses me sentí plena. Pero lo importante no era eso, sino que esa persona no me deseaba solamente por mi apariencia física de una adolescente de 18 años. Sino que me anhelaba por mi forma de ser. Por mi belleza interna. Fue la primera vez en mi vida que la inseguridad propia no fue un problema. El no hacia más que dedicarme adjetivos y yo no tenia objeción alguna a sus palabras, simplemente por que por primeras vez las creía.
Ahora bien, con unos próximos 20 años en camino, y con esa relación en el pasado, vuelvo a darme cuenta de que una vez más mi autoestima logro decaer como si nada hubiera pasado. A ver, que no se malinterprete…muchos días me siento una diosa como quien dice y otros que no me puedo mirar al espejo, pero eso es propio de la edad. A lo que voy es que aunque ya no soy la “fea” y me siento observada por varios al caminar por las calles porteñas o los pasillos de mi universidad, aún así me cuesta creer ser bonita o atractiva.
Sigo tomando sol a escondidas en mi casa, y evito las playas o piletas publicas por el simple hecho de que no me atrevería jamás a ser vista en bikini por nadie más que mis amigas o mi familia. ¿Tonto quizás? Si claro. Lo es. Y me lo han dicho millones de veces. Pero no puedo evitarlo, y es por eso que un “hermosa” o “bonita” significan tanto para mí…y es por eso que muchas veces se puede llegar a pensar que cuando contesto con un “¿en serio?” estoy haciéndolo a propósito, cuando en realidad me hacen sentir de lo mejor.
A este punto deben pensar que soy la mujer en potencia con menos seguridad de la historia. Pero no es así. Se equivocan. Afortunadamente he desarrollado también una personalidad paralela que esta cargada de plena seguridad cuando realmente tengo la convicción necesaria respecto a mí.
Hombres, no solo a mí, sino que a todas las mujeres nos gusta que nos recuerden lo atractivas que somos. Y eso no significa que seamos muy, poco o nada inseguras. Sino que a algunas de nosotras nos hace falta el visto bueno masculino mas seguido que a otras.
Ahora bien, sería demasiado superficial de mi parte dejar de lado el 2do tipo de belleza no mencionado.
La belleza interior es lo que hace diferente a un hombre de otro; es decir, la esencia de la mujer y del hombre íntegros. Es algo que se capta desde el exterior y que nos deja fascinados,
gratamente sorprendidos y con ganas de conocer cada vez más. Tiene una tonalidad difusa, vaga, indefinida, de contornos desdibujados, que empuja a investigar qué hay detrás de esa primera impresión. Nunca se queden con una primera impresión.
La belleza interior no puede ser definida con facilidad, ya que se distingue por impresiones subjetivas agradables, en las que se aprecian la armonía y cierto equilibrio entre los distintos componentes que forman al ser humano. Desde fuera, se nota que hay algo sugerente por descubrir en esa persona; dan ganas de adentrarse en sus inciertos paisajes interiores, para obtener la clave del cómo es su dueño.
Esa persona nos deja fascinados, seducidos; pero no se trata de esa seducción prefabricada del asesor de imagen y de conductas externas. Se trata de algo muy distinto. A la belleza física se une el atractivo psicológico y el espiritual, esa belleza interna que dará a una relación la solidez y constancia necesarias para poder mantenerse enamorado.
Una persona bella por dentro tiene ideales; aspira siempre, a pesar de la corriente, a lo mejor; sabe a qué atenerse, tiene criterio y pilota su vida con decisiones propias; no tolera que se la manipule y se resiste a ser manejada por los tópicos que existen a su alrededor y que muchos aceptan sin pensar.
Las palabras mueven, pero el ejemplo arrastra.
En una palabra: uno quiere ser persona, alguien singular y no algo movido por los vientos exteriores. O al menos eso es a lo que internamente intentamos aspirar la mayoría de las personas.
Definitivamente la belleza exterior constituye el primer estímulo para acercarse a alguien, pero la belleza interior es, sin lugar a dudas, el castillo que guarda el tesoro de la armonía y la serenidad.
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