Extendámonos por un momento sobre la actividad del besarse.
Los romanos distinguían entre los amistosos oscula, los amorososbasia y y los apasionados suavia. Martin von Kempe, erudito del siglo XVII que dominaba múltiples saberes, escribió una enciclopedia de mil páginas sobre el beso que reconocía veinte variedades, entre ellas, "el beso dado por los superiores a los inferiores" y "el beso hipócrita". El alemán tiene palabras para designar treinta clases de besos, como elnachküssen, definido como un beso que"compensa por besos omitidos".
¿Cómo es que un acto único se convirtió en vehículo de tantos mensajes? Hay dos posibilidades: o el beso es una característica humana universal que nos une como especie, o es un invento, como el fuego o el uso de la ropa, una idea tan buena que no podía sino hacer metástasis en todo el planeta.
Los científicos han hallado pruebas que sustentan ambas hipótesis. Otras especies tienen comportamientos que se parecen mucho al beso (aunque no con sus alusiones eróticas), lo que implica que el besarse bien podría ser un impulso tan animal como a veces se lo siente. Los caracoles se acarician con las antenas, los pájaros se tocan con el pico y muchos mamíferos se lamen el hocico unos a otros. Los chimpancés hasta se dan besos platónicos en los labios.
Pero sólo los seres humanos y nuestros lascivos primos primates, los bonobos o chimpancés pigmeos, practicamos el deporte de juntar nuestras lenguas.
Aunque todo esto podría indicar que el besarse está en nuestros genes, no todas las culturas humanas lo hacen. Charles Darwin fue uno de los primeros en señalarlo. En su libro La expresión de las emociones en el hombre y los animales, remarcó que el beso "es reemplazado en diversas partes del mundo por el frotamiento de las narices". Los primeros exploradores del Artico llamaron a esto el beso esquimal. (En realidad, los inuit no sólo se frotaban la nariz entre sí, también se olían las mejillas.)
En toda Africa, el Pacífico y América, encontramos culturas que recién conocieron el beso en la boca después de su primer contacto con los exploradores europeos. Y su atractivo no siempre fue evidente de inmediato. La mayoría consideraba el acto de intercambiar saliva como repugnante. Entre los lapps del norte de Finlandia, ambos sexos se bañaban juntos completamente desnudos, pero besarse era considerado reprensible.
Hasta hoy, el besarse en público se ve como indecoroso en muchos lugares del mundo. En 1990, el Worker's Daily de Beijing advertía a sus lectores que "los agresivos europeos introdujeron la costumbre del beso en China, pero ésta es considerada una práctica vulgar que recuerda mucho al canibalismo".
Si el beso no es universal, alguien tiene que haberlo inventado. El antropólogo Vaughn Bryant descubrió el primer registro de un beso en la India, alrededor del 1500 a.C., cuando los primeros textos védicos empiezan a mencionar a personas que "se olían" con la boca, y escritos posteriores describen a amantes que "colocaban boca contra boca". De allí, deduce, el beso se extendió hacia el oeste cuando Alejandro Magno conquistó el Punjab en 326 a.C.
Los romanos eran besadores empedernidos y, junto con el latín, el beso se convirtió en uno de sus principales productos de exportación. No mucho más tarde, los primeros cristianos inventaron la idea del "beso sagrado" ritual y lo incorporaron a la ceremonia de la Eucaristía.
Cualquiera sea su origen, parece que el beso es beneficioso. Un estudio realizado durante la década de 1980 reveló que los hombres que besan a sus mujeres antes de salir para su trabajo viven más, tienen menos accidentes de tránsito y ganan más que los hombres casados que no lo hacen. Así que dejen el diario y saquen trompita. Es bueno para el cuerpo.
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